El PRI está en la ruta, pareciera que ahora sí definitiva e inexorable, de convertirse en todo el país en apenas una evocación.
De haber sido el partido de Estado, la aplanadora en las urnas y la opción única de los carros completos en el siglo pasado, ha transitado a la irrelevancia y está a un paso de convertirse en un instituto político apenas municipalista en algunas regiones de México, como podría ocurrir próximamente en el estado de Puebla.
¿Desaparecerá ahora sí el Revolucionario Institucional (PRI)? No.
El sistema de partidos mexicano es generoso para opciones como la del tricolor, que puede rescatar triunfos en comunidades, durante todavía muchos años, y que conseguirá con alianzas, ir resolviendo ese tres por ciento de la votación nacional y en los estados, que le permita conservar el registro y con ello las prerrogativas económicas.
Al PRI lo han dejado casi todos. Hace unos meses fue el otrora poderoso secretario de Gobernación del peñismo, Miguel Ángel Osorio Chong, y con él su compañera senadora y exdirigente nacional, Claudia Ruiz Massieu Salinas, literalmente una heredera del legado tecnócrata de la última etapa hegemónica de ese partido.
Entre tanto, muchos otros se han ido. Exgobernadores, exsenadores y legisladores en activo.
Se fue recientemente el ícono yucateco del priato, que tuvo todos los cargos, salvo la gubernatura de su estado natal, hasta ahora: Jorge Carlos Ramírez Marín. No hay, un priista más priista, incluso en su imagen rechoncha que refleja abundancia y excesos, que Jorge Carlos. Ahora es un rechoncho en la Cuarta Transformación (4T).
Se fue uno de sus últimos exgobernadores útiles y con estructura, el oaxaqueño Alejandro Ismael Murat Hinojosa, y con él toda su estirpe que succionó por décadas y generaciones de la ubre tricolor, en sus tiempos de jauja.
Se van todos y se seguirán yendo. Además, muchos lo harán instalados en la primera clase de algún vuelo internacional, rumbo a alguna embajada que obtengan como premio.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha sabido cooptar a los tricolores. Y ellos no se pusieron para nada difíciles.
Hay muchos que han recibido ofertas interesantes, promesas de candidaturas y de cargos, para dejar las ruinas que quedan del partido que hoy dirige a nivel nacional Rafael Alejandro Moreno Cárdenas, alias Alito.
Con el pleito en puerta en Puebla, por la candidatura del Frente Amplio por México de primera fórmula al Senado de la República, entre los diputados locales Charbel Jorge Estefan Chidiac contra Néstor Camarillo Medina, parece inevitable el rompimiento irreversible de esas ruinas en el estado, si no se decide con cautela.
Si dejan crecer el pleito, quien se sienta más damnificado y tenga más capacidad y control de los comités y los liderazgos, terminará por quemar estas ruinas que ves.
El diputado local del PRI que se va a Morena
En los próximos días, sabremos que un diputado local del PRI dejará su bancada. Se va harto de estar en el equipo que no ganará.
Ha sido ya presidente de su municipio natal. Ha jugado por cargos legislativos federales, sin éxito, pero es de los pocos tricolores serranos que puede presumir arraigo y fuerza.
Es un tipo moderado y buen constructor de diálogo y acuerdos, además de que es joven.
Su destino: el Movimiento Regeneración Nacional (Morena). *He cometido un exceso al utilizar tan banalmente el título de la novela de Jorge Ibargüengoitia, “Estas ruinas que ves”, para ilustrar lo que pasa con el PRI. Una disculpa, no lo resistí.
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