El comercio mundial del cuero va desde los ranchos ilegales de la selva brasileña hasta los asientos de los vehículos estadounidenses.

Este reportaje fue producido en colaboración con la Red de Investigaciones de la Selva Tropical del Centro Pulitzer.

BURITIS, Brasil — Una mañana de verano, Odilon Caetano Felipe, un ganadero que cría reses en tierras deforestadas de manera ilegal en la Amazonia, se reunió con un comerciante y firmó la entrega de 72 animales recién engordados. Con ese trazo del bolígrafo, Felipe le dio a su ganado un historial limpio: al venderlo, ocultó su papel en la destrucción de la mayor selva tropical del mundo.

Durante el almuerzo, poco después de la venta del 14 de julio, Felipe habló abiertamente del negocio que lo ha hecho rico. Reconoció haber talado la espesa selva amazónica y que no había pagado por la tierra. También dijo que estructuró sus ventas para ocultar el verdadero origen de su ganado al vender a un intermediario y así crear un rastro de papel que muestra falsamente que sus animales provienen de un rancho legal. La mayoría de los ganaderos de la zona hacen lo mismo, dijo.

“No importa”, dijo, si su granja es legal o no.

Una investigación de The New York Times sobre la industria brasileña de los mataderos, en rápida expansión —un negocio que no solo vende carne de res al mundo, sino también toneladas de cuero al año a grandes empresas de Estados Unidos y otros países—, ha detectado lagunas en sus sistemas de vigilancia que permiten que el ganado procedente de tierras amazónicas deforestadas ilegalmente pase sin ser detectado por las curtiembres de Brasil y llegue a compradores de todo el mundo.

El rancho de Felipe es una de las más de 600 propiedades que operan en una zona de la Amazonia conocida como Jaci-Paraná, una reserva medioambiental especialmente protegida donde la deforestación está restringida. Y transacciones como la suya son el eje de un complejo comercio mundial que vincula la deforestación de la Amazonia con un creciente apetito en Estados Unidos por los lujosos asientos de cuero de las camionetas, los todoterrenos y otros vehículos vendidos por algunos de los mayores fabricantes de automóviles del mundo, entre ellos General Motors, Ford y Volkswagen.

Un vehículo de lujo puede necesitar una docena o más de pieles, y los proveedores estadounidenses compran cada vez más el cuero de Brasil. Aunque la región amazónica es uno de los principales proveedores de carne de res del mundo, cada vez más a las naciones asiáticas, el apetito global por el cuero asequible también significa que las pieles de estos millones de reses representan un lucrativo mercado internacional valorado en cientos de miles de millones de dólares anuales.

Este comercio del cuero muestra cómo los hábitos de compra de los países más ricos del mundo pueden tener consecuencias nefastas en los países en desarrollo, en este caso al hacer rentable la destrucción de la Amazonia a pesar del consenso científico de que su protección ayudaría a frenar el cambio climático.

Para rastrear el comercio mundial del cuero, desde los ranchos ilegales de la selva brasileña hasta los asientos de los vehículos estadounidenses, el Times entrevistó a ganaderos, comerciantes, fiscales y reguladores en Brasil, y visitó curtiembres, ranchos y otras instalaciones. El Times habló con participantes de todos los niveles del comercio ilícito en la Reserva Extractiva Jaci Paraná, una zona del estado de Rondônia a la que se ha concedido una protección especial porque está habitada por comunidades de personas que, durante generaciones, han vivido de la tierra explotando árboles de caucho.

Estas comunidades están siendo expulsadas por los ganaderos que quieren la tierra para las reses. En la última década, los ganaderos han ampliado considerablemente su presencia en la reserva, y en la actualidad se ha desbrozado un 56 por ciento de la misma, según los datos recopilados por la agencia estatal de medio ambiente.

El informe también se basa en el análisis de datos empresariales y de comercio internacional en varios países y en miles de certificados de transporte de ganado emitidos por el gobierno brasileño. Los certificados fueron obtenidos por la Agencia de Investigación Medioambiental, un grupo de defensa en Washington. El Times verificó de manera independiente los certificados y obtuvo por separado miles más.

Esto permitió seguir el rastro del cuero desde las granjas ilegales de la Amazonia hasta los mataderos operados por los tres mayores empacadores de carne de Brasil, JBS, Marfrig y Minerva, y luego a las curtiembres a las que abastecen. JBS se describe como el mayor proveedor de cuero del mundo.

Según Aidee Maria Moser, fiscal jubilada del estado de Rondônia que pasó casi dos décadas luchando contra la ganadería ilegal en la reserva de Jaci-Paraná, la práctica de vender animales criados en la reserva a comerciantes intermediarios sugiere una intención de ocultar su origen. “Es una forma de dar un barniz de legalidad al ganado”, dijo, “para que los mataderos puedan negar cualquier cosa ilegal”.

El problema no se limita a Rondônia. Este mes, una auditoría dirigida por los fiscales del vecino estado de Pará, que alberga el segundo mayor rebaño de ganado de la Amazonia, descubrió que JBS había adquirido 301.000 animales, que suponen el 32 por ciento de sus compras en el estado, entre enero de 2018 y junio de 2019 a granjas que violaban los compromisos para evitar la deforestación ilegal.

JBS no estuvo de acuerdo con los criterios empleados por los fiscales y aceptó mejorar su sistema de monitoreo, bloquear a los proveedores señalados por la investigación y donar 900.000 dólares al estado en respuesta a los hallazgos de la auditoría.

Para tener una idea de la escala de los ranchos que operan ilegalmente en la Amazonia brasileña, el Times superpuso los mapas gubernamentales de las tierras amazónicas protegidas, las áreas deforestadas y los límites de las granjas con las ubicaciones de los ranchos que JBS identificó públicamente como proveedores de sus mataderos en 2020. El análisis demostró que, entre los proveedores de JBS, los ranchos que cubrían una superficie estimada de 4000 kilómetros cuadrados se superponían significativamente con tierras indígenas, una zona de conservación o un área que fue deforestada después de 2008, cuando se pusieron en marcha las leyes que regulan la deforestación en Brasil.

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