Que este asilamiento te permita desaprender para volver a aprender, convirtiéndote así en un revolucionario de la próxima generación.
Te miro y sé que tratas de entender por qué debes quedarte en casa, por qué debes dejar de ver a tu familia, a tus amigos y al cariño que nace en tu corazón. Tratas de comprender porque mi generación y las anteriores nos acabamos el mundo. Tratas de sonreír aun cuando los rayos del sol ya no te queman cuando recorres las calles con tu patineta o tu bicicleta o buscando una foto con tu cámara análoga que tanto te gusta.
Me duele confinarte en un apartamento, en donde pasarás el próximo mes de tu vida para evitar ser víctima de una guerra microbiana, que los adultos debemos terminar para ofrecerte a ti y a tu generación una mejor vida.
Paralelamente a todo lo que implica el Covid-19 que traerá miles de muertes y la caída de un modelo económico que devoró al mundo convirtiéndonos en monstros consumidores, tú y tus “panas” son testigos de la pérdida de valores universales.
Honestidad, responsabilidad, respeto, integridad, tolerancia, compromiso y confianza, son palabras extrañas para la mayoría que vela por sus intereses personales; transmitiendo a los más jóvenes que pisoteando a todas ellas se logrará el éxito.
El Covid-19 llegó como una lección para el despertar y la evolución de la conciencia no solo mía, sino la de los padres de tus amigos, para todos los que nos peleamos unos contra otros por demostrar quien tiene el mejor teléfono, el mejor auto, el mejor empleo, el mejor cuerpo, la mejor vida.
Que este tiempo en casa te haga más fuerte de mente, cuerpo y espíritu. Mira adentro de ti, conócete hasta lo más profundo de tu ser, sana tus heridas y cuestiona las creencias que yo misma te implanté junto con la sociedad.
Identifica tus debilidades y tus fortalezas porque cuando todo esto termine, seguramente nada volverá a ser igual.
Que la palabra resiliencia se convierta en tu credo de vida, que desarrolles una autoestima y una confianza en ti mismo indestructible. Que seas dueño de tu vida y tus decisiones.
Que este asilamiento te permita desaprender para volver a aprender, convirtiéndote así en un revolucionario de la próxima generación que sanará al mundo.
A un mes que cumpliste la mayoría de edad permíteme cuidarte un poco más. Después abrirás tus alas y volarás como el quetzal sagrado.
Hijo mío, “quédate en casa”, te amo.