La masturbación es una herramienta del empoderamiento femenino, que puede mejorar la vida sexual que permite descubrir qué nos da más placer

¿Quién se masturba? Pregunté en varias mesas llenas de mujeres. Todas me miraron sorprendidas, dejaron de lado su celular o su bebida; algunas abrieron sus ojos grandes, otras tragaron saliva esperando a la inmoral que dijera: yo me masturbo.

Y como si se tratara de un grupo de rehabilitación de Alcohólicos Anónimos, cada una de nosotras reconoció ante las demás, que la masturbación femenina forma parte de nuestras vidas, en ocasiones, hasta llegar a la adicción.

Algunas mujeres, y de verdad espero que sean las menos, consideran que la masturbación es innecesaria si tienes una pareja, y aunque lleven toda una vida de sagrado matrimonio, y de que la posición del misionero sea el plato fuerte, se niegan a reconocer el poder que tiene la autoexploración genital.

Dejar de romantizar el sexo nos llevaría a la autonomía, nos emanciparía, y así dejaríamos de pensar que la persona que elegimos para la vida o para la cama, es la única responsable de nuestros espasmos sexuales o de las lágrimas orgásmicas.

Si bien las mujeres hablamos de sexo y orgasmos, al llegar al punto del placer en solitario saltan los prejuicios; el tabú y lo pecaminoso se imponen.

Dolores es la esposa de un militar que regresa a casa cada dos meses, tiempo en el que ella debe guardarse “las ganas”. Se ejercita, hace yoga, limpia su casa hasta dos veces al día y se baña con agua fría, como su marido, que le dice, es para fortalecer la mente y el cuerpo.

Lolita tiene 32 años, y dos pequeñitos que atender. Al llegar la noche sólo piensa en aquel uniformado, que la trajo desde Michoacán hasta Puebla. Ella tiene un secreto guardado en el cajón de su buró, un vibrador de gel que debe esconder antes de que él regrese y la cuestione.

María tiene 40 años, es madre soltera, tiene cuatro hijos a los que apenas puede mantener, y que duermen en la misma habitación que ella. No le alcanza para comprar un juguete sexual, ni pensarlo, pero tiene dedos y saliva que la ayudan a sobrellevar la soledad en la pieza de la casa que sirve como cocina, comedor y sala.

Cuando quiso hablar del tema con su hermana, que es casada, esta la mandó a confesarse porque está pecando. Le dijo, el cuerpo es un templo de Dios que no debe ser profanado por tus sucias manos. Quizás María se masturbó en silencio por muchos años más.

Laura tiene 15 años, y un retraso mental que la mantiene la mayor parte del día encerrada en casa. Recientemente su madre la escuchó gimiendo, se estaba masturbando. Sus manos exploradoras, como las de toda adolescente, la llevaron a descubrir aquel “hoyito” como ella le llama, en donde siente “bonito”, sin saber que eso es placer.

Tachadas de inmorales, de promiscuas, de urgidas, de calientes, de ofrecidas, de rameras, de ninfómanas, tanto por hombres como por mujeres vigilantes de la buena moral, a las que abrimos los portales de la conciencia sexual, nos intentan callar con miradas inquisidoras, pero no podrán.

La masturbación es una herramienta del empoderamiento femenino, que puede mejorar la vida sexual que permite descubrir qué nos da más placer y así, hacer partícipe de nuestros deseos a la pareja.

Mantiene al cuerpo al punto del sexo para que la líbido esté activa, nos hace conocer y sentirnos cómodas con nuestro cuerpo, para no tener que apagar la luz por aquellos kilos de más y las imperfecciones propias de la edad.

¿Por qué delegar el poder de nuestros cuerpos a la pareja? ¿Por qué esperar a qué solo ellos sepan que hacer con nuestras sensaciones? ¿Por qué ocultar que sí nos importa tener un orgasmo además de un buen sexo? ¿Por qué no mostrarles el camino que nos lleva al “splash”?

¿Y tú, te masturbas? Yo sí.

***

SALIVA

“Si no tengo tu saliva de fragancia amaderada, busco entre mis piernas hasta encontrarla.

Si no tengo tu lengua exploradora, tengo mis inquietos dedos que recorren mis montañas.

Si no tengo tu respiración agitada que silbe en mi oído, tengo mis jadeos que concluyen al pronunciar tu nombre.

Si no te tengo cerca, sólo pienso en ti fumando en el umbral de la puerta, y así, en un espasmo líquido, llego al abismo de tu cama”.

Mónica JFranco.

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