La habilidad de un buen político es conocer la realidad de su electorado.

Para hacer política eficiente, se requieren un sinfín de habilidades, de talentos, de cierto grado de inteligencia y de un equipo consolidado que tenga capacidades probadas. Pero para ser un buen político en México, basta con una cualidad: hay que conocer bien el territorio, la realidad de este territorio, pero, sobre todo, la percepción y las emociones que generan esa realidad.

Las emociones son inherentes a los seres humanos, éstas no distinguen grupo socio económico, ideología política, religión o sexo. Todos los seres humanos sentimos emociones ante tal o cual situación, la carga, el dominio y expresión de las mismas puede ser diferente pero las emociones -las positivas y las negativas- vienen adheridas a la existencia misma.

Aunque lo que sentimos y cómo lo sentimos pasa por un filtro de percepción de la realidad que está basado en nuestra historia de vida personal, profesional y social. La lectura de la realidad mucho tiene que ver con nuestro entorno, por eso, las emociones que provocan una lectura de la realidad no son volátiles y mucho menos cuando se trata de emociones colectivas.

Hay ciertos rasgos de la identidad colectiva (que no así de la identidad personal) que se van entretejiendo siendo alimentada por una realidad económica y social, pero sobre todo por las fuentes que alimentan la opinión pública y ahí es cuando nacen los sentimientos colectivos que derivan de la percepción de la realidad.

Y en parte por eso se dice que, en política, la percepción es realidad, un dicho un poco burdo y generalizado para referirse a que la generación de emocionales colectivas que se gestan de una lectura (percepción) de la realidad son pues la realidad social misma, la realidad colectiva.

En un proceso electoral, los elementos que confluyen desde el inicio de una campaña hasta el final de la misma y el día de la votación son tres esenciales: la comunicación, el territorio y el financiamiento que incluye a los padrinazgos no sólo empresariales sino políticos. Si funcionan dos de tres, es muy probable que se haga exitosa y que eventualmente pueda dar el triunfo.

Habrá personas que hacen política y que tienen claro que los objetivos se trazan no al vapor ni a la inmediatez sino a corto, mediano y largo plazo, con estrategias y también tienen claro que la comunicación política no es sinónimo de comunicación electoral. La comunicación política se hace siempre siendo aspirante, siendo candidato, siendo, vencedor o vencido y siendo gobernante.

Como en todas partes del mundo, la comunicación política debe tener estrategia y todas deben basarse en la investigación y la investigación es cuantitativa y cualitativa. Y como en todas partes del mundo, habrá quien realiza investigación y se basa en ella para su estrategia y habrá, seguramente quienes no.

La estrategia de la comunicación política se basa sí en cierta medida de la investigación cuantitativa para partir de algo pero la investigación cualitativa sirve para la estrategia y el contenido de la misma, ¿por qué? Porque ningún sondeo de opinión o indicadores de datos duros te arrojarán la medición de las emociones colectivas, las emociones y sentimientos que tiene la ciudadanía, eso sólo te lo arrojan los estudios cualitativos.

En este país como en muchos otros en los que hay liderazgos “outsiders” o como algunos los denominan, liderazgos de corriente populista, hay una cualidad, y no importa si son de derecha o izquierda o postura ideológica definida, el factor común: es la carga de generación de emociones en sus mensajes. Ciertamente, mensajes que polarizan, sólo que uno de los polos tiene muchos más votantes que el otro.

En México, actualmente y con todo y pandemia el buen político es aquel que sepa tener una lectura clara de la percepción de la realidad, de las emociones colectivas que están en el imaginario colectivo, el de la mayoría no el que percibe el político como su realidad, sino la percepción que la mayoría de los mexicanos tiene de su realidad.

Conocer este México surrealista, este México con más de 50 millones de pobres y más de 9 millones de mexicanos en pobreza extrema, este México en el que sus habitantes de 15 años y más tienen 9.7 grados de escolaridad en promedio, para ser muy cuantitativo, es decir, en México el promedio de nivel educativo es secundaria.

Hay que conocer qué siente el mexicano respecto a su realidad, qué sentimientos le provoca, las positivas y las negativas, qué emociones le provoca, a quién responsabiliza de su realidad. La idiosincrasia misma del mexicano (sino la tiene muy clara, podría empezar con “El laberinto de la soledad” de Octavio Paz) Entender las principales emociones que arrojan estudios demoscópicos de psicología social y sociología son fundamentales para realizar una estrategia de campaña asertiva. Las encuestas son una radiografía del momento, los estudios cualitativos son el ADN del imaginario colectivo, ese es muy complicado de que cambie o mute tan rápidamente.

Twitter: @AlesandraMartin