Twitter: @AlesandraMartin
Hace más de 20 días que la marea morada salió a las calles en todos los estados de la República mexicana, una marea liderada por mujeres que no buscan reflectores (algunas sí pero afortunadamente son las menos) quienes tienen en sus manos el poder de cambiar de facto los escenarios adversos que enfrentan las mujeres, pasarán la página porque da inicio el mes de las niñas y los niños, porque además vienen vacaciones.
Los tonos lilas de la comunicación visual de todas las dependencias gubernamentales de todos los niveles de gobierno, desaparecerán al un minuto de iniciado el mes de abril, desaparecerán como desaparecen centenar de mujeres al mes, sí en abril también y en mayo y en junio y en cada día de los 365 que tiene cada año.
La manera “forzada” “improvisada” de impartir “cursos” de “equidad de género” en algunas Instituciones Educativas Públicas del estado y del país, se olvidarán. ¿Cómo si recién se enteran de que el Día de la Mujer no se “celebra” con flores y espectáculos? Pues sí se olvidarán como se olvidan los acosos, los abusos, las condiciones laborales con perspectiva de género, vaya es que no hay si quiera un programa educativo en instituciones educativas que forme con perspectiva de género, se desconoce si quiera el término de igualdad sustantiva. ¿Qué paradójico, no?
Pero la marea morada no se olvida, como no se olvida la que suscribe las imágenes, las emociones, la fuerza que esta marea vibró el pasado 8 de marzo:
Se acercaba el día de salir a las calles para que no se olviden quienes pueden cambiar de manera inmediata las cosas, quienes pueden elaborar políticas públicas, decretos, programas educativos, trabajo conjunto para salvaguardar la integridad del más del 50 por ciento de la población en Puebla, en México, en el planeta. Yo esperaba saber en mi Institución Educativa “si nos concedían el permiso de ejercer nuestro derecho para manifestarnos y poder ausentarnos de nuestras clases” (sí, leyó usted bien, ¡conceder permiso para ejercer un derecho!) Por lo pronto, una estudiante se acercó a mí con la intención de que el 8 de marzo no pasara desapercibido y me solicitó a nombre de un grupo de estudiantes, poder darles una conferencia respecto a violencia de género. Mi corazón latió a mil por hora, era la muestra de que estaba germinando en la conciencia de las generaciones más jóvenes, la lucha por la igualdad y libertad. Me invadió una sensación inexplicable, me sentía honrada, esperanzada, entusiasmada.
Sino podía ir a la marcha, haría algo quizá de mayor impacto en las conciencias de seres humanos que miran el mundo más igualitario. Pero el permiso llegó, por supuesto la conferencia la impartí pocos días después del 8M y me fui a la marcha.
No tenía muy claro en cuál contingente habría de marchar, sabía que iba a estar rodeada de algunas conocidas otras muchas desconocidas pero todas con una causa en el corazón púrupura. Sólo que me asfixiaba ser parte de algún contingente que más que adherirse a un movimiento social emergente, se utilizara para fotos bonitas e incluyentes con personajes públicos y políticos y con una intención velada: movilización de estructuras “pa´lo que se pueda ofrecer” con intereses personales y de ornato para mejorar o posicionar la imagen pública de más de tres involucrados.
Eso no quería, quería estar en el genuino corazón de la marcha, sin protagonismos, sin fotos, sin discursos hechos a modo.
Primero marchó el contingente de las denominadas “radicales” compañeras vestidas de negro, cubiertas en el anonimato y en sus rostros, con estambres color fucsia cual si fueran dos coletitas de caballo , esas mujeres valientes y aguerridas que con tintas en spray dibujan demandas que no han sido escuchadas por las autoridades. Aguerridas y valientes porque siempre existe la incertidumbre de que sean detenidas por daño al patrimonio arquitectónico. Es verdad que gran parte de la población no está de acuerdo con este tipo de manifestaciones, si sirve de algo para cambiar esta percepción, muchas veces he escuchado a algunas de estas mujeres decir – y con justa razón- que las pintas pueden borrarse pero la violencia en víctimas de violaciones y feminicidios, jamás podrán borrarse. Esta vez, no hubo personas que “reventaran el movimiento”, personas ajenas que provocaran desmanes para deslegitimar la marcha.
Después marchó el contingente en el que encontré eco, mujeres, niñas y niños, así como hombres y personas de la comunidad LGBTQ+ todas y todos nos dimos cita con la fortaleza que te da el estar arropada por miles de personas coreando al unísono: “Mujer escucha esta es tu lucha”, “Mujer consciente se une al contingente”, “La policía no me cuida, me cuidan mis amigas”, “Seño, señora, no sea indiferente, se mata a las mujeres en la cara de la gente”…
El frente iban las madres de desaparecidas y familiares de víctimas de feminicidios, a madre de Paulina repartió el rostro de su hija con un número para dar con su paradero, todas las que pudimos tomamos el rostro de Paulina, familiares de víctimas de feminicidios, reapartieron cruces fucsia, todas las que pudimos tomamos la cruz de esas tumbas.
Junto a mí, una jovencita con carriola y pequeñito de unos dos años, una cartulina pegada al carrito del bebé que decía “No más hijos con madres asesinadas” las mujeres que estaban a mi alrededor, a veces ayudábamos a cargar la lona de Paulina, o a alzar el rostro de alguna desaparecida, o ayudar con carriolas, o darle paso a adultas mayores o a custodiar a jóvenes; no supe el nombre de ninguna pero éramos una sola, no éramos desconocidas, la complicidad en la mirada, en las consignas, en nuestras manos empuñadas, hacían que todas fuéramos la historia de todas y cada una, el dolor, el grito, el llanto, la angustia, la rabia.
A ninguna se nos olvidarán los rostros de las presentes y de las ausentes, a ninguna se nos borrará la fuerza de miles de mujeres clamando justicia, seguridad –no para los inmuebles sino para nosotras-, a ninguna se nos borrará la marea morada interminable, a ninguna se nos olvidará que el 8M es el único movimiento social emergente genuino en este país, eso no se borra ni se olvida, aunque inicie abril, aunque los hombres y mujeres del poder de decisión para hacer algo, se borre de su panorama porque está más cerca que nunca el 2024. La marea morada crece y se agita y olea interminablemente.