La sociedad sigue reacia a las parejas donde el hombre es más joven, pese a que casos como los del presidente francés Emmanuel Macron y su mujer -24 años mayor que él- contribuyan a su normalización.
Que si podría ser su madre, que si él terminará dejándola… La sociedad sigue reacia a las parejas donde el hombre es más joven, pese a que casos como los del presidente francés Emmanuel Macron y su mujer -24 años mayor que él- contribuyan a su normalización. Pero la tradición pesa y, para variar, les pesa más a ellas.
Hablamos con algunas que se han liado la manta a la cabeza. Marta Rego, 56 años, se casó con Alain, 39, el pasado 2 de diciembre. En ese instante, ambos pasaron a formar parte del reducido porcentaje de matrimonios formados por mujeres que tienen entre 16 y 24 años más que sus maridos y que, según el INE, en 2016 no superó el 0,12% (217 uniones).
Si acortamos la diferencia de edad entre hombre y mujer hasta los 10 años, el porcentaje asciende hasta el 1,88%. Y si la reducimos hasta los cinco años, ya nos ponemos en el 10,29% de matrimonios donde ella es mayor que él. Claro que, con esa misma diferencia de edad, hay un 30,70% de parejas legalmente constituidas donde él es el mayor.
De hecho, en todos los casos sigue siendo mucho más habitual que el hombre sea el que le saque años a ella. Porque lo cierto es que los yugos culturales siguen teniendo todavía muchísimo peso y no se mira ni mucho menos igual al hombre que a la mujer que se casa con alguien más joven.
«Me da mucha rabia cada vez que alguien acepta con total normalidad que un hombre de 70 esté con una de 20 y no que una mujer de 40 pueda estar con uno de 30. Eso es machismo y, por desgracia, casi está más acentuado en las propias mujeres.
Por suerte, Brigitte Macron [24 años mayor que el presidente francés], Heidi Klum [que sale con un músico 16 años más joven] y otros personajes públicos han echado un cable con esto», celebra Paloma Marqués, 44 años, que comparte su vida desde hace cuatro con Carlos, de 30.
«Nuestra relación está consolidada y todo es positivo. Mi familia le aprecia, y en la suya siempre me he sentido bien. Creo que soy yo más la que a veces se obsesiona creyendo que todos estarán pensando que le saco mucho años. Aunque siempre hay alguien que te comenta que es muy joven, y eso no me sienta bien, como es obvio», reconoce.
En 2016 la proporción de matrimonios en que la mujer fue, al menos, cinco años mayor que el hombre fue del 12,78%, y a estos hay que sumar todas esas relaciones que no pasan por el altar.
«La sociedad se ha vuelto más tolerante y las mujeres se han empoderado aún más, ahora son independientes social y económicamente, por lo que se están permitiendo muchas cosas, como enamorarse de personas con una edad antes impensable. Además, las mujeres de ahora, de una edad madura, nada tienen que ver en su manera de vivir, pensar o sentir con las de hace décadas. Al haber estado toda su vida en inferioridad de condiciones, han tenido que espabilar, como pasa con cualquier segmento de población reprimido, que acaba consiguiendo los recursos y habilidades del privilegiado. En el caso del hombre, nunca se ha responsabilizado de su propio cuidado y tampoco se le ha pedido que sea atractivo, sino únicamente que tuviera cierto poder económico», explica Francisca Molero, presidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología.
A lo que Diana Marre, profesora de Antropología Social y Cultural de la Universidad Autónoma de Barcelona, añade un dato importante: «Estas relaciones no son solo más frecuentes que antes, sino que también se dan en la mayor parte de los sectores socioeconómicos. En general, la diferencia de edad ha dejado de ser un tema de conflicto. A veces plantea alguna duda cuando es muy grande, porque esto hace que planee sobre la situación la sospecha de alguna forma de abuso».
Belén Pérez, 51 años, nunca se ha imaginado junto a un hombre mayor que ella. «Nos han educado en que teníamos que casarnos con alguien que nos protegiera, que tuviera más años que nosotras. Pero hoy en día una mujer solo busca ser feliz, da igual la edad del otro. Además, ya no aparentamos la que tenemos. ¡Mi madre era una auténtica señora a los 51! Cada vez somos más las que salimos a correr, hacemos kárate… y siempre hemos trabajado. Veo a algunos hombres de mi edad y me parecen personas mayores. Yo tengo mucha vitalidad y aunque Carlos, mi pareja, con 40 años sea 11 menor que yo, hay momentos en que le supero en energía», comenta.
Miedo a una relación corta
El miedo a que la relación dure poco planea también sobre estas parejas. Vania Bravo, 41 años, siempre tuvo claro que su formación profesional y su plena autonomía eran sus mejores aliados si la relación con Alberto, de 33, tocaba a su fin. «En esta cultura machista recibes pocos apoyos. Cuando empezamos a salir recibí críticas de parejas que tenían la misma o más diferencia de edad, pero a la inversa. La gente te quiere y te lo dice de manera cariñosa, pero hay muchas bromas. Una vez mi padre me dijo: ‘Hija, estás en el mejor momento de tu vida y eliges a alguien que en el futuro te va a dejar, porque vas a envejecer más rápido’. A lo que yo le contesté: ‘Yo creo que valgo mucho, tengo mis estudios, mi carrera y no dependo absolutamente de nadie’. Sí, mi pareja me podría dejar en el futuro, o yo a él. Si esto ocurre, que me quiten lo ‘bailao’, dije».
Entonces ella tenía casi 28 años y él tan solo 19. Casi 15 después se han casado y tienen dos niños de cuatro y siete años. «Es cierto que te encuentras con trabas, pero si nosotros nos respetamos, te acaban respetando», concluye.
Además de las dificultades intrínsecas que puede enfrentar cualquier pareja para consolidarse, en este tipo de relaciones la intolerancia del medio juega un papel importante. La pareja, pero sobre todo la mujer, se siente observada, analizada, incomprendida.
Socialmente no se acepta que exista amor o, si se hace, se da por hecho que será algo pasajero. «Hay entornos que son todo un reto para ellas, por lo que tiene que ser una pareja muy libre de prejuicios, capaz de sobreponerse a esas miradas especiales que les van a dirigir. Por lo general, se trata de mujeres con autonomía y madurez. A nivel psicológico sus retos tienen que ver con sus propias dudas o inseguridades, que van a aparecer inmediatamente o según avance el tiempo», sostiene el psicólogo Jorge Barraca.
Marta Rego se lleva 17 años con su marido y, cuando lo conoció, hace ya 16, no pudo resistirse a empezar una relación con él: «Me divorcié en 2000 y conocí a Alain en 2002 en la iglesia en la que yo me reúno. Él es cubano y acababa de llegar a España. Yo estaba recién divorciada, había dos niños de por medio de tres y ocho años… Era una época complicada para mí y todo se agudizaba más por la diferencia de edad».
Sus miedos, reales, la dominaron: «Me sentía como Sara Montiel, las miradas de la gente me superaban… Me pesaba también la responsabilidad de estar privándolo de tener experiencias. Yo tenía 40 años y no me veía con fuerzas para ser madre de nuevo».
Cortó entonces la relación hasta que, más de una década después, en 2017, regresó con él y cuatro meses más tarde se casaron. «Mis hijos ya han crecido y mi estabilidad emocional es mayor. He tenido que ser fuerte, hablar con mi madre y decirle: ‘Esto es así, no va a cambiar’. Creo que en el momento en que mi relación ha sido vista como definitiva, todo ha ido mejor», explica Marta.
¿Y cuándo yo tenga 50?
Paloma Marqués nunca fantaseó con la maternidad y su novio siempre estuvo de acuerdo con ella. Pero reconoce que la diferencia de edad, al principio, era un martillo constante en su cabeza.
«Se me hacía muy difícil pensar en presentarlo a mi familia o conocer a la suya… Pero la verdad es que físicamente la cosa no era muy cantosa, con lo que no me he enfrentado a muchas respuestas incómodas. Sí he tenido que escuchar: ‘Pensaba que era tu sobrino’.
Pero prefiero quedarme con la frase de mi pareja: ‘Si a mí no me importa, qué más te da lo que le importe a los demás’. Creo que mi filosofía de vivir el momento y no pensar en el futuro ha sido decisiva, aunque es inevitable pensar a veces: ‘¿Y cuando yo tenga 50?'», dice Paloma, que ahora tiene 44 y le saca 14 a Carlos.
Belén Pérez y su pareja no han vivido adversidad alguna desde que se conocieran en el gimnasio hace ya 10 años. Ella estaba divorciada y era madre de una adolescente de 16. «A los padres de Carlos los conocí a los seis meses de empezar nuestra relación. Me acogieron bien y siempre fueron muy respetuosos, incluso con mi hija. He tenido también mucha suerte en mi entorno. Además, yo me llevaba la mejor parte: la mujer mayor que se queda con el jovencito. De todos modos, tengo un carácter bastante desenfadado y me río de todo», cuenta.
Los hijos tampoco fueron un obstáculo en su relación: «Había decidido que no quería tener más y fui clara con él, que prefirió seguir adelante y sacrificar esa parte. Si no hubiese sido así, la relación se hubiese roto inevitablemente».
Lo que está claro es que, a pesar de la inseguridad que puede producir en la mujer y de la hostilidad de determinados entornos (evidentemente, no es lo mismo vivir en una gran ciudad que en una pequeña, por poner un ejemplo), el hecho de haber seducido a alguien más joven actúa como una inyección de autoestima y de vitalidad. «Siempre me he sentido orgullosa de tener a mi lado a una persona 11 años más joven que yo, que quiera estar conmigo y no con una chica de 25 o 30», reconoce Belén Pérez.
«La verdad es que te obliga a mantenerte juvenil, para sentirte más cercana a él», comparte Marta Rego. Vania Bravo asegura, por el contrario, no invertir energías en ese aspecto: «No me cuido más por ser la mayor. Si el día de mañana él me dejase, yo podría encontrar a otra persona, es más una actitud ante la vida que algo físico».
Paloma Marqués nunca ha escatimado en cuidados «más que por aparentar ser más joven, para estar con él, para seguir gustándole mucho». Pero sobre todo lo hace, dice, para gustarse a ella misma.