María Santísima es signo vivo de esa esperanza. Ella como nadie vive la esperanza de la Navidad.
El 18 de diciembre se celebraba en España la fiesta mariana de la «espera del parto» (Exspectatio Partus), establecida en esa fecha por el décimo Concilio de Toledo (656).
A esa fiesta se le llamaba «Santa María de la O» porque después de rezar la oración de la tarde (Vísperas, ver: Liturgia de las Horas), el coro sostenía una larga «O».
Esta representaba la gran expectación del universo por la venida del Mesías. La «O» expresa actitud de maravilla, expectativa y esperanza por la venida del Mesías (Tamayo, Mart. Hisp., VI, 485).
María Santísima es signo vivo de esa esperanza. Ella como nadie vive la esperanza de la Navidad.
Por eso ella es Santa María de la «O». Desde el Génesis se nos da la esperanza de una mujer que aplastará a la serpiente. Los Patriarcas y Profetas aumentaron esa esperanza por la venida del Mesías.
Él los libraría de la opresión y de la injusticia. Isaías es por excelencia el profeta de la esperanza. Esas esperanzas se cumplen en María. Ella responde a Dios con el gran «si» que abre el camino al Señor. Ella es la Virgen de la Esperanza.