Después de su muerte, su tumba ha sido meta constante de devotos que la invocan en sus necesidades.
Caridad Brader, hija de Joseph Sebastián Brader y de María Carolina Zahner, nació el 14 de agosto de 1860 en Kaltbrunn, St. Gallen (Suiza).
Fue bautizada al día siguiente con el nombre de María Josefa Carolina.
Como superiora general, fue la guía espiritual de su Congregación desde 1893 hasta el 1919 y de 1928 hasta el 1940, año en el que manifestó, en forma irrevocable, su decisión de no aceptar una nueva reelección.
A la superiora general elegida le prometió filial obediencia y veneración.
En 1933 tuvo la alegría de recibir la aprobación pontificia de su Congregación.
A los 82 años de vida, presintiendo su muerte, exhortaba a sus hijas: «Me voy; no dejen las buenas obras que tiene entre manos la Congregación, la limosna y mucha caridad con los pobres, grandísima caridad entre las Hermanas, la adhesión a los obispos y sacerdotes».
El 27 de febrero de 1943, sin que se sospechara que era el último día de su vida, dijo a la enfermera: «Jesús, …Me muero».
Fueron las últimas palabras con las que entregó su alma al Señor.
Apenas se divulgó la noticia de su fallecimiento, comenzó a pasar ante sus restos mortales una interminable procesión de devotos que pedían reliquias y se encomendaban a su intercesión.
Los funerales tuvieron lugar el 2 de marzo de 1943, con la asistencia de autoridades eclesiásticas y civiles y de una gran multitud de fieles, que decían: «ha muerto una santa».
Después de su muerte, su tumba ha sido meta constante de devotos que la invocan en sus necesidades.
La Madre Caridad practicó la pobreza según el espíritu de san Francisco y mantuvo durante toda la vida un desprendimiento total.
Como misionera en Chone, experimentó el consuelo de sentirse auténticamente pobre, al nivel de la gente que había ido a instruir y evangelizar.
Entre los valores evangélicos que como fundadora se esforzó por mantener en la Congregación, la pobreza ocupaba un lugar destacado.