Agustín murió en Hipona el 28 de agosto de 430 durante el sitio al que los vándalos de Genserico sometieron la ciudad durante la invasión de la provincia romana de África

 Hoy han pasado 240 días y solo faltan 125 días para concluir este año 2018, la Iglesia Católica celebra a San Agustín de Hipona, San Alejandro de Constantinopla, San Edmundo Arrowsmith, Santa Florentina de Sevilla, San Hermes, San Julián de Brivet, San Moisés Etíope, San Pelagio de Constanza, San Restituto de Cartago, San Vicinio de Sarsina, San Viviano de Saintes, San Junípero Serra.

Agustín de Hipona, conocido también como san Agustín o, en latín, Aurelius Augustinus Hipponensis (Tagaste, 13 de noviembre de 354-Hippo Regius, 28 de agosto de 430), es un santo, padre y doctor de la Iglesia católica.

El «Doctor de la Gracia» fue el máximo pensador del cristianismo del primer milenio y según Antonio Livi uno de los más grandes genios de la humanidad. Autor prolífico, dedicó gran parte de su vida a escribir sobre filosofía y teología, siendo Confesiones y La ciudad de Dios sus obras más destacadas.

Después de una adolescencia inquieta por cuestiones doctrinales y libres costumbres, se convirtió a la fe católica y fue bautizado por san Ambrosio de Milán. Vuelto a su patria, llevó con algunos amigos una vida ascética y entregada al estudio de las Sagradas Escrituras. Elegido después obispo de Hipona, en África, siendo modelo de su grey, la instruyó con abundantes sermones y escritos, con los que también combatió valientemente contra los errores de su tiempo e iluminó con sabiduría la recta fe.

Teodicea agustiniana

San Agustín le interesaba especialmente el problema del mal (si Dios puede, sabe y quiere acabar con el mal, ¿por qué existe el mal?) atribuido a Epicuro. Este hecho fundamental se convierte en un argumento contra la existencia de Dios, aún usado por ateos y críticos de las religiones. Las repuestas ante el argumento que intentan demostrar racionalmente la coherencia de la existencia del mal y Dios en el mundo, se llaman Teodicea.

Agustín dio varias respuesta a esta cuestión en base al libre albedrío y la naturaleza de Dios:

San Agustín cree que Dios creó todo bueno. El mal no es una entidad positiva, luego no puede “ser” (como afirman los maniqueos), pues según Agustín, el mal es la ausencia o deficiencia de bien y no una realidad en sí misma. San Agustín toma esta idea de Platón y sus seguidores, donde el mal no es una entidad, sino ignorancia. Este pensamiento se le denomina Optimismo Metafísico Agustiniano.

Agustín argumenta que los seres humanos son entidades racionales. La racionalidad consiste en la capacidad de evaluar opciones por medio del razonamiento,y por consiguiente, Dios les tuvo que dar libertad por naturaleza, lo que incluye poder elegir entre bien y mal. Dios tuvo que dejar la posibilidad de Adán y Eva en desobedecerle, lo que exactamente sucedió según la Biblia. Esto se le conoce como la Defensa del libre albedrío.

Finalmente, Agustín sugiere que observemos el mundo como algo de bello. Aunque el mal exista, este contribuye a un bien general mayor que la ausencia del mismo, así como las disonancias musicales pueden hacer más hermosa una melodía.

 

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