No se trata de maltrato físico necesariamente, sino de humillaciones o hacer correr chismorreos o rumores sobre la conducta de la joven

La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) realizó una investigación denominada «Violencia de género en comunidades indígenas», en la cual las mujeres denunciaron agresiones verbales, desprecios y ataques a la dignidad por parte de sus suegras, según una nota de Laura Toribio publicada en el periódico Excélsior que se reproduce a continuación: 

Una investigación de la UNAM encontró que las suegras en zonas rurales son perpetradoras de actos violentos en contra de sus nueras o instigan a sus hijos a que lo hagan.

No se trata de maltrato físico necesariamente, sino de humillaciones o hacer correr chismorreos o rumores sobre la conducta de la joven.

“Su ‘mala conducta’ tiene que ver con la reputación sexual: ella no debe provocar a los hombres ni acudir a los centros de salud con el propósito de planificar su familia, por ejemplo. Hay un control estricto sobre su conducta pública que, en general, ejerce la suegra porque el marido está trabajando”, detalló Carolina Agoff Boileau, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la UNAM.

En la investigación Violencia de género en comunidades indígenas, las mujeres indígenas afirman que la agresión verbal, en forma de humillaciones, desprecios o ataques a la dignidad, es más dolorosa, porque no se puede olvidar, y expresan más indignación por la que proviene de la suegra que la del propio marido.

“Es la mamá del marido quien puede decir que la esposa fue por las tortillas, pero se tardó demasiado, y correr el rumor de que se le vio hablando con un hombre, o que iba con una falda corta. Ella le hace saber a su hijo que su pareja no se comporta del todo bien, que hay sospechas de que platicó con alguien o que visitó el centro de salud”, ejemplificó Agoff Boileau.

Las mujeres creen que ese comportamiento ocurre porque no le son simpáticas a las suegras o porque hubieran preferido a otra joven como nuera. Sin embargo, al preguntarles cómo serían como suegras en el futuro respondieron que “probablemente igual”.

“Aunque existe la idea de que una debería ser aliada de otra, la indagación señala que la rudeza no sólo la puede ejercer el marido, sino la suegra, las cuñadas y hasta las concuñas, porque lo que está en juego es el sistema patriarcal y el patriarcado, en este tipo de sociedades, se define por la subordinación al varón, la residencia y la propiedad. Ellas quieren asegurar lealtad con el varón que trae dinero a la casa. Asimismo, está en juego la decencia, que la mujer joven no ponga en riesgo el honor de la familia”, explicó Agoff Boileau.

La más reciente Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares señala que alrededor de 42% de indígenas o no, quienes se casaron o iniciaron su actual o última unión, se fueron a vivir con los padres u otros parientes de su marido o pareja.

Es decir, varias de ellas tienen un patrón de residencia patrivirilocal, donde el varón habita con su esposa en el hogar paterno, situación que puede favorecer dinámicas de abuso por la injerencia de miembros de la familia de él.

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