No tienen un peso en la bolsa, no tienen más comida y refugio que el que les brindan en el polideportivo

Con la esperanza de obtener una visa humanitaria Donie y su familia, todos ellos haitianos, se encuentran varados en el Polideportivo José María Morelos y Pavón, en la colonia Xonaca. La joven de 21 años espera que los representantes de migración cumplan la promesa de legalizar su estancia.

El plan es quedarse en Puebla y encontrar empleo, de lo que sea, limpiando casas, barriendo calles o en alguna fábrica. Su padre y su madre, rondan en los cuarenta años, su hermana pequeña de cinco y su hermano de 19, la acompañan en este éxodo que inició cuatro meses atrás.

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Ella es la única de la familia que habla español, y acepta charlar un poco. Cuenta que tienen nueve días en Puebla tras salir en caravana desde Tapachula, Chiapas, añadió que esperan la llegada de otro de sus hermanos que vive en Brasil desde hace cuatro años.



Haití ha pasado en las últimas dos décadas por crisis que le han impedido superar su prolongada pobreza, dos grandes terremotos, varios huracanes, inestabilidad política y económica, violencia en las calles y hasta el reciente asesinato del presidente Jovenel Moïse.

Ante la imposibilidad de obtener asilo en Estados Unidos miles de haitianos buscan refugio en otros países, principalmente a los que pueden acceder sin visa en América Latina.

Jordan es un hombre de 34 años, me pide no fotografiarlo a él ni a sus amigos, otros cuatro hombres de edades similares, algunos no hablan español y el les traduce. Ellos toman el sol y también esperan una respuesta de las autoridades de migración.

A pesar de ser hombres grandes y fuertes, su mirada está pérdida, débil, no hay sonrisa, no hay esperanza, no hay destino.

Dicen que están cansados tienen seis meses brincando de ciudad en ciudad, ellos vienen de Chile en donde vivieron dos años, pero no obtuvieron un estatus legal ni un empleo que les permitiera pagar una renta y terminaron como homeless.

Su intención también es quedarse en Puebla, no tienen un peso en la bolsa, no tienen más comida y refugio que el que les brindan en el polideportivo. Algunos se salen por las tardes a ofrecerse lavando autos o para cargar bolsas en el mercado Xonaca pero dicen que la gente los mira con desconfianza.

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Los que logran ganarse algunas monedas pueden disfrutar por la mañana de un tamal y un atole que venden en la equina del recinto, mientras los demás esperan la llegada de los alimentos que les brinda el gobierno municipal. También refieren que les han entregado ropa limpia.

Las personas encargadas del deportivo se negaron a dar una cifra de los migrantes que albergan, pero de manera general se observan al menos 200 personas, en su mayoría hombres, y algunas mujeres e infantes.

Lo cierto es que las autoridades de los tres niveles de gobierno están limitadas para atender caravanas de migrantes debido a que la entrega de alimentos y ropa no es suficiente, ya que requieren de apoyo psicológico y legal y de actividades recreativas o religiosas para que no estén inactivas la mayor parte del día.

Hasta este momento no existe un pronunciamiento oficial, ni de la cifra de migrantes que han llegado a Puebla en las últimas dos semanas, sobre sus condiciones físicas y psicológicas, sobre la ayuda legal que se le brindará o cualquier información que vislumbre una política pública adecuada.

Además, el reciente fallecimiento del sacerdote católico Gustavo Rodríguez Zarate coordinador de la Pastoral de Movilidad Humana de la Arquidiócesis de Puebla, también evidencia la falta de un liderazgo en materia de atención a migrantes, lo cual hace que estos hombres, mujeres y niños caminen sin destino.

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Por Mónica Franco

Periodismo de género, reportera y columnista. Soy sobreviviente, insurrecta e independiente. Amo la libertad y escribo historias de imperfectas como yo. Creo en las hijas del pueblo, en las que llegamos sin mediación de un hombre y que caminamos a la par de ellos.

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