Sin importar los largos caminos y las condiciones del clima por más de 20 años ha servido en las comunidades indígenas de la Sierra Negra del estado
“Nonantzin”, “Zoatzin” y “Zoapille” son las palabras que más utiliza Soledad Martínez para referirse como “madrecita”, “mujer” y “señora” a quienes apoya en el momento de dar a luz en comunidades indígenas, en dónde poco a poco van desapareciendo las parteras y llegan médicos con enfermeras intérpretes.
“Sol” como le llaman de cariño, en la comunidad de Alcomulga, perteneciente al municipio de Ajalpan, es una enfermera de 44 años que orgullosa dice: soy indígena y hablo náhuatl, mi esposo que es maestro y mis hijos también hablan el dialecto.
De baja estatura, de piel morena marcada por los rayos del sol, larga cabellera negro azabache enrollada en su cofia, de amplia sonrisa pero tímida al hablar, contó que su platillo favorito es el mole que aprendió a hacer desde niña en Zacacopan, municipio de Eloxochitlán, en donde nació.
Muy joven quiso ser enfermera pero sus padres no le permitieron estudiar por ser mujer, sin embargo su destino estaba marcado para convertirse en una de las mujeres más importantes para los pueblos indígenas de la Sierra Negra.
En 1991, cuando tenía 16 años un brote de cólera azotó la comunidad de San José Miahuatlán. Al llegar los servicios de salud, sin pensarlo dos veces, se registró como voluntaria y aprendió a inyectar, a colocar suero, a tomar muestras de sangre, a medir los signos vitales, entre otras cuestiones médicas.
Desde entonces la gente de la comunidad empezó a buscarla, pues para ellos era la enfermera de la comunidad. Años más tarde se casó con un maestro a quien conoció prestado servicio en comunidades indígenas a donde acudía cargada por una mula o caminando en recorridos de hasta tres horas para ayudar principalmente con partos.
Una vida dedicada a ayudar
La libertad que le dio el matrimonio le dio la oportunidad de estudiar una carrera técnica en enfermería y posteriormente ingresar al Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en dónde desde hace 20 años labora.
“En ese entonces y hasta hace apenas unos ocho años, las indígenas no permitían ser atendidas por médicos. Tuve que atender partos sola hasta en autobuses y cuando empezaron a llegar los médicos ellos me daban instrucciones de cómo sacar a los niños. Medía la dilatación de la parturienta y en pocas ocasiones las convencía de que el doctor sacara al bebe”, contó.
El 4 de julio 2007, la participación de Soledad fue crucial para la llegada de las autoridades al municipio de Eloxochitlán, cuando un cerro se desgajó y sepultó a un autobús de pasajeros con unas 50 personas, todas ellas fallecieron.
Conocida en toda la región, la enfermera intérprete llamó a las autoridades estatales para contarles lo que había pasado pues nadie de esa comunidad hablaba español. Soledad no quiso recordar le escena y el olor a muerte que la acompañó mientras colaboraba con el retiro de piedras para sacar a los cadáveres.
Ese día perdió a una compañera de trabajo, otra enfermera interprete que viajaba en ese autobús a quien dedicó esta canción: “Soatzin, queman ticonitas tonatiu, ica moyolo xionpaqui” (Mujer cuando mires hacia el Sol, sonríe con la alegría de tu corazón).
En días pasados Soledad fue una de las 42 enfermeras que recibieron reconocimientos del programa de “Oportunidades” del IMSS por su labor altruista en comunidades indígenas o marginadas.