Merit Yunes es una sobreviviente del cáncer de mama y demostró que este diagnóstico, no sólo es el final.


Donde muchas mujeres lloran, se rinden y piensan en la muerte, Merit Yunes Ancona encontró fuerza y razones para agradecer, para volverse fuerte.

Es una sobreviviente del cáncer de mama y con su historia demostró que un diagnóstico no necesariamente significa el final.

Ya pasaron 16 años desde aquel peregrinar que representó ser diagnosticada, perder uno de sus senos, los ganglios de su brazo, ser sometida constantemente a quimioterapias y durante cinco años, visitar al oncólogo cada mes –y ahora una vez al año– para verificar que el mal no regrese.

Lo cuenta con normalidad y seguridad, con la misma fortaleza que asumió desde que recibió la noticia y tomó la decisión de no dejarse caer cuando sus hijos, esposo e incluso su propio padre, médico oncólogo, sucumbieron ante una posibilidad latente y real de perderla. “Si me dejaba caer, ellos se iban a caer encima de mí”, afirma y recuerda cómo le dijo a su padre: “Yo no me voy a morir, voy a superar el cáncer… No me voy a dar de baja antes que Dios me dé”.

Así, Merit asumió la enfermedad a los 48 años de edad y la encaró sin dejar de trabajar en la fundación que viajaba semana con semana, durante cinco horas, a Santa María Tlacuilotepec, para que personas de escasos recursos obtuvieran una casa.

Sin embargo, recuerda haber recibido una de las lecciones más intensas al asistir a su quimioterapia y cómo al estacionarse frente al hospital donde se le atendía, vio a un hombre casi de su edad con un padecimiento que lo había dejado sin la posibilidad de valerse por sí mismo y cómo el hijo de este varón, que casi tenía la edad de los suyos, era quien debía atenderlo.

En ese momento, agradeció haber sido diagnosticada con cáncer, un padecimiento que no la tenía a expensas de otros y que además, a diferencia de enfermedades fulminantes, le daba la oportunidad de disfrutar –aunque fuera por poco tiempo– a sus seres queridos.

“Somos privilegiados, el cáncer te da tiempo de rectificar nuestros errores en la vida y valorar lo que se tiene”, dice y subraya que su mejor decisión fue sonreír y en vez de llorar y lamentarse, porque eso la hizo sentirse siempre bien.

Al ver el cáncer a la distancia, Merit reflexiona sobre aquellas mujeres que deciden no explorarse ni revisarse, por miedo a ser diagnosticadas con algún mal o por darle prioridad a la opinión de otros.

“Lo más importante es quererse a uno mismo, no podemos pensar que alguien valga más que uno”, asegura y agrega “uno tiene que luchar hasta el final y el no ir a checarte es como una ruleta rusa, mejor que te digan 20 veces durante 20 años que no tienes nada y no que no vayas en 10 años y en ese año te digan que tienen algo”.

Actualmente, el cáncer de mama no sólo es detectado en mujeres mayores de 40 años, también se encuentra en jóvenes de 20 a 25 años y de acuerdo con Rosa María Santiago, jefa de Enfermeras de la Clínica 1 del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), la mita de estas poblanas no sabe autoexplorarse.



En tanto, Arely Sánchez Negrete, secretaria de Salud en el Estado, refiere que de enero a la fecha, 85 mujeres han muerto por este mal, que los indicadores han bajado constantemente, al pasar de 271 en 2016 a 241 en 2017, y ahora, se tiene el nivel más bajo en los últimos ocho años.

Sin embargo, ambas subrayan la necesidad de “no bajar la guardia” y alcanzar, con mastografías, ultrasonidos y autoexploración, a todas las mujeres que hasta ahora no han dado el paso de revisarse.

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