Aunque tardó prácticamente dos meses para visitar Puebla desde su toma de protesta, la gente se desbordó para ver al presidente de la República.
A una semana de cumplir dos meses en el cargo, Andrés Manuel López Obrador sigue de “luna de miel” con quienes fueron sus electores en julio de 2018 y pretende seguir así.
“Yo no me voy a divorciar del Pueblo”, dice en Huauchinango, donde la gente no le reprocha ni un poco que haya decidido postergar lo más posible su presencia en Puebla, por privilegiar su postura política ante el conflicto postelectoral en el estado.
Y el mandatario no evita el tema; es más, es lo primero en tocar al presentarse ante los serranos para iniciar la operación de los programas federales de bienestar.
“Estoy aquí, en Huauchinango, luego de no haber visitado Puebla, realizando actos, por la situación especial que se vivió y que sigue pasando, aquí en el estado. Primero una elección estatal cuestionada, que confrontó a los poblanos”.
La respuesta ha sido la euforia de los asistentes, que desde una hora antes de su llegada, ya habían abarrotado la cancha que fue habilitada para el acto público, al grado que el acceso principal ha quedado completamente bloqueado.
Quienes no consiguen acercarse, se conforman con quedarse atrás de las rejas y si viven en la zona, optan por acomodar sillas en sus azoteas. Al final, se trata de escuchar a su “gallo” o mejor dicho, a su “ganso”, aunque sólo se le pueda ver de pasada.
La efervescencia llega a su máxima expresión cuando desde el sonido se anuncia: “Y ahora, hace su arribo, el licenciado Andrés Manuel López Obrador”. Inmediatamente, los celulares buscan captarlo, mientras otros vitorean: “¡Es un honor estar con Obrador!”, “¡Presidente!”, “¡Se ve, se siente, el ganso está presente” e incluso, una joven grita: “¡AMLO, te amo!”.
Él sonríe y saluda de mano a los que encuentra en el camino hasta el templete principal; pero a quienes no les va igual de bien es los difuntos Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle, que tan sólo al ser recordados por el propio López Obrador, arrancan chiflidos y reclamos.
“¡Están vivos!, ¡Se fueron a Europa!, ¡Eran huachicoleros!”, sostiene la concurrencia; pero López Obrador lo ignora y califica su muerte como una desgracia.
El idilio se retoma cuando el presidente anuncia: “Voy a pedir, respetando la autonomía, que el fiscal General y el titular de la Fepade, vigilen el proceso (electoral)… Voy a estar muy pendiente… Vamos a erradicar, de una vez por todas, el fraude electoral”.
Los aplausos no se hacen esperar. Lo mismo de los campesinos y las amas de casa que han llegado desde diversas comunidades, que hombres y mujeres que han llegado desde municipios más grandes.
En varios casos, los asistentes coinciden con tener una gorra, una playera, un chaleco, lo que sea pero de color escarlata, con la leyenda “Morena” o bien, con mensajes como “Yo AMLO al ganso” y que en caso de no tenerlo, podían conseguirse justo en la entrada.
Los poblanos también reaccionan al escucharlo hablar de Guillermo Pacheco Pulido. “¡Es priista, es lo mismo!”, le dicen; pero decide omitir el comentario para desearle buena suerte y celebrar que haya concentrado la voluntad de 40 de 41 diputados.
Para ese momento, mucha de la gente está de pie. No quieren perderse un detalle y además, el sobrecupo es tal que todos los pasillos –salvo los que están delimitados por vallas– están ocupados.
El silencio se hace cuando el presidente anuncia los programas sociales de su administración. Ofrece uno a uno y asegura que con ellos, ya no habrá necesidad de que la gente se dedique al huachicoleo.
“Ya no va a haber huachicoleo, ni arriba ni abajo, se acaba la corrupción. ¿Por qué se hacía y se toleraba por el gobierno?… Primero porque la gente decía: si roban arriba ¿por qué nosotros no? Pero resulta que hubo un cambio por voluntad de ustedes para acabar con la corrupción y ya no se roba arriba y no se tiene por qué robar abajo”.
Sin embargo, López Obrador va más allá. Cuando tiene toda la atención y da visos de estar por terminar, llama a moralizar el país y les pide no sólo buscar bienestar material, sino paz interior e incluso, les afirma que es mucho mejor heredar a los hijos pobreza que deshonra.
Su discurso cierra incitando al sentimiento nacionalista, gritando los “¡Viva México!” que normalmente se reservan para una noche de 15 de septiembre y que le dan pauta a asegurar: “¡Juntos haremos historia!”.
Entonces, la multitud enloquece de nuevo, como si viera a su artista favorito y cuando baja del templete, es retenido por algunos minutos por gente que hace peticiones; pero cuando finalmente llega a su camioneta, otro grupo ya rodea el vehículo, que también ha sido resguardado con vallas.
Pero antes de partir, saluda a de mano a los poblanos. Cuando finalmente se va, una mujer toma su celular, marca y cuando le responden, exclama: ¡No me voy a lavar mano en mucho tiempo, me saludó de mano!”.
Su expresión muestra la emoción equiparable a una joven que ha logrado la atención del muchacho que le gusta, y más porque el presidente no sólo ha prometido regresar a Huauchinango, también ha dicho: “Yo no me voy a divorciar del pueblo, yo siempre voy a estar con ustedes”.